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LOS PUEBLOS INDÍGENAS, LA CLAVE PARA EL CUIDADO DEL MEDIO AMBIENTE

México es poseedor de una enorme diversidad biológica que se expresa ante nosotros en las múltiples especies de animales y plantas distribuidas alrededor de nuestro país. Sin embargo, la diversidad de México no termina con los distintos organismos presentes en nuestros variados ecosistemas, sino que se extienden y se diversifican en un rico abanico de creencias, mitos, ritos y formas de ver y entender el mundo: nuestras culturas indígenas y los pueblos originarios.


Desde las raíces del México profundo se alzan de cara al sol y con la historia a sus espaldas, los más de 65 pueblos indígenas que durante miles de años florecieron y se desarrollaron en esta parte del continente. Su contribución para el planeta y la humanidad es invaluable, pues son responsables de la domesticación y desarrollo de muchas variedades de plantas comestibles, mismas que fueron su alimento y a su vez alimentaron el progreso y avance de las grandes civilizaciones a través de toda América. El maíz, la calabaza, el tomate y aguacate, con sus respectivas variedades, son sólo algunos de los ejemplos que se podría nombrar de frutos los cuales tomaron su forma gracias a las manos de hombres y mujeres que supieron observar en la naturaleza el modo de subsistir sin cometer agravio contra ella, todo lo contrario, encontrando el modo de vivir en armonía, concordia y equilibrio.


En la actualidad, el papel de nuestros pueblos originarios, no sólo como forjadores de la identidad cultural que nos une como mexicanos, sino su papel como artífices de procesos de domesticación ha sido olvidado. Esto ha dificultado que podamos mirarlos como grupos de los cuales podríamos aprender algo como el futuro, pues se les considera parte de un pasado que debe ser superado si queremos continuar ante un falso “progreso”.


Todo lo contrario, de nuestros pueblos indígenas tenemos una acuarela de conocimientos por saber y comprender. Todo lo que hoy le falta a la sociedad que se denomina a sí misma “moderna” se encuentra en aquellos que se saben hermanos de la tierra y no sus dueños, y que como hermanos se debe vivir en paz, en consonancia, devolviendo lo que el suelo, el aire y el agua nos provee. El entendimiento de la banalidad de las cosas materiales con las que somos bombardeados en la radio, televisión y los periódicos salta a nuestra vista cuando observamos a quienes saben que la mayor riqueza es aquella que proviene de las manos que obtienen tesoros del suelo, nacidos de pequeños y tiernos brotes verdes que se asoman tímidos hacia un aire denso y bueno.


El ajetreo de la vida cotidiana, de las preocupaciones vanas podría resolverse aprendiendo de aquellos que saben escuchar el viento, predecir la lluvia leyendo las nubes y ser guardianes de la riqueza biológica resguardada en nuestras semillas originarias. Todo ello aporta, sin ninguna duda, una perspectiva mejor de ser en el planeta, pero esto no se limita exclusivamente en un aspecto personal o local, pues consideramos que en nuestros pueblos indígenas se encuentra también la clave para superar las adversidades ambientales a las cuales nos enfrentamos como humanidad.


La crisis ambiental mundial ha sido desatada por un modelo económico en el cual lo más valioso son los productos materiales, el valor del ser humano se mide por cuánto posee y no realmente por sus principios e ideales. Al actual sistema económico lo único que lo mueve es la producción desmedida de bienes innecesarios para satisfacer necesidades imaginarias propagadas por la publicidad y una sociedad cada vez más consumista.

La degradación del medioambiente es el resultado de la búsqueda de un desarrollo que no toma en cuenta a la naturaleza y la destruye con la finalidad de complacer necesidades estériles.


A este respecto, una mirada hacia quienes han sabido vivir durante miles de años en un acuerdo común con el planeta podría servirnos como un faro que se alza en la tempestad, para marcarnos una senda distinta a la cual seguir y caminar.

Volvamos pues los ojos hacia nuestros orígenes en búsqueda de respuestas que calmen nuestros temores hacia un futuro cada vez más incierto.


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